Tres naranjas en la ochava
pintadas de cal.
Tres naranjas olvidadas
justo debajo del bronce
de Jesús María.
Tres naranjas en la esquina
en la que colgó la carne
y flamearon banderas.
Donde el pasado inalterado
la quietud refleja.
Con un puente añorado
(que quizás nunca existió)
que sólo en brumas se divisa
y fantasmal cruje al dejar
pasar la barca perdida.
Tres naranjas calcáreas
olvidadas, o como un signo,
de querer decir algo en silencio
como el firmamento o la aurora.
El Gran Samurai
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